jueves, 29 de septiembre de 2011

El casamiento


Estoy resfriada. Llego bastante temprano y me entretengo asomándome a los consultorios. Después me siento y espero al lado de la puerta, que está un poquito entreabierta. Como no sale ni entra nadie espío y ella me sorprende, como si hubiera estado esperando que haga eso.
Las dos tenemos casi el mismo trench, sentadas una en frente de la otra me da una sensación de espejo.
Hablamos del casamiento de mi primo en Rosario. Un plomo. Es como que la gente ya va predispuesta a tener las emociones a flor de piel, más lo que se va tomando en el transcurso de la noche… la cosa se va organizando de manera que al principio, que están todos medio duros, se come y se toma. Cuando se empiezan a ablandar van todos a bailar. Y cuando ya están más blanditos, con más confianza y ya tomaron bastante, viene la parte en la que todos lloran con el video y después para canalizar eso viene el carnaval carioca. Todos re arriba, bailando, tomando y qué se yo. Y después viene la etapa en la que hay que ir bajando porque hay que irse y bueno, el café con leche, bajamos todos. Y a la cama chicos.
También hablamos de las historias clínicas, el mal estado del lugar, el piso que se infló y va a explotar en cualquier momento, el tren bala, los viajes… le cuento que me gustaba tomarme un colectivo o un tren y hacer todo el recorrido. Es como viajar sin ir a ningún lado. 
Toda la sesión estuvo atravesada por una demora entre lo que decíamos, como si hubiera un delay… y ese espacio en blanco entre cada comentario me pareció un agregado de torpeza innecesario. 
Tosí, bostecé mucho, me aburrí bastante. 

Quinta sesión: