jueves, 1 de septiembre de 2011

Orientales chinos coreanos japoneses


Camino rápido porque es tarde y hace algunas sesiones que no vengo. A parte cambié el día y el horario. Cuando llego veo que mi psicóloga no está, que hay otra persona que me dice que tengo que ir al consultorio de al lado. Me asomo y la veo sentada en su silla mirando algunos papeles, muy seria. 
Como está tan seria y me mira y no me habla empiezo por disculparme. En seguida nos ponemos a hablar del nuevo local y de cómo eso me resta tiempo pero a la vez me da esperanzas de un cambio. Le cuento que quise averiguar sobre los grupos de orientación vocacional y terminamos hablando de una empleada del Ameghino que según ella está más loca que un plumero. 
En un momento entiendo que estamos todos metidos como en un gran escenario en donde cada uno tiene que representar un papel, y que yo hago de vendedora, un papel que me dieron otros para otros, nada personal. Soy empleada por otros. Y volvemos a lo aburrida que estoy de eso… yo pensaba que el aburrimiento era el extremo más feo entre dos situaciones: “o aburrirme o arriesgarme por cambiarlo”, y ella termina diciéndome que no, que el aburrimiento en realidad es una buena cara de la cuestión, lo que lo sitúa en el centro de lo que yo pensaba y lo que ella me propone: que se trata de defenderse, “o me adhiero o me aburro”… me aburro, lo que significaría no adherirme ni ser parte de eso que no quiero.
Y en medio de todo esto charlamos de chinos, japoneses, coreanos… de la disciplina, de conservatorios y escuelas de música, y supe que quiero estudiar guitarra y escribir mis canciones.

Tercera sesión: