jueves, 3 de noviembre de 2011

Los vestiditos de mamá


Entro por el costado por donde se entra al estacionamiento porque el sol da en unos árboles que se ven al fondo. Paso por al lado del edificio caminando mal por el empedrado y mirando cómo algunos gatos se alejan y otros se quedan tomando sol. Como faltan diez minutos para la sesión me quedo dando vueltas y viendo en qué tan mal estado está todo. 
Hay una cartelera completamente vacía con una foto pegada arriba a la izquierda que me llama la atención porque en los pasillos hay más gente que de costumbre. Se los nota un poco agitados, algunos pegan carteles en las paredes. Hay carteles por todos lados. 
Subo una escalera, otra. Bajo por el ascensor y veo que me maquillé menos que de costumbre pero más exagerado. En realidad fue intencional, pero no pensé que se notara tanto. 
Se hace la hora y me acerco al consultorio. La puerta está entreabierta como siempre y cuando estoy por golpear ella se asoma. Me dice que espere un segundo que viene una colega, entonces me alejo, miro cómo llega la colega y entra. Es una mujer que ya había visto el día de la admisión, que me había llamado la atención… ya sé, es una de las dos mujeres que me atendió la primera vez, la más grande. 
Se va la colega, ella se asoma y me llama con la mano. 
Hablamos de la gente que me rodea, de lo cansada que estoy, de papá que se cree un angelito, de mi infancia con mamá, de mi hermana. Me habla del socialismo. Después le cuento un poco de mi familia cuando papá estaba con nosotras... papá era vendedor de electrodomésticos, mamá hacía ropita para muñecos articulados. Es una sesión en la que damos vueltas por mi percepción infantil sobre mi familia. 
Cuando me voy siento una especie de cariño en su mirada, algo así como un enternecimiento que hasta ahora no había visto.