jueves, 13 de octubre de 2011

El tomate clandestino


Estoy triste, camino tratando de pensar poco, esperando llegar y que me digan "G. no vino". Golpeo la puerta y ahí está, esperándome.
Como no tengo ganas de hablar me invento una especie de juego, un experimento: sacar temas que sé que más o menos le interesan... y así es como hablamos de los problemas gremiales del Ameghino, del director que lo dejaron cesante, de la política en general.
En un momento quiero hablarle de algo, de una película que vi, pero ella no tiene muchas ganas de hablar de eso así que me dejo llevar por lo que dice y sigo con la conversación indolente.
Hablamos de los edificios públicos que son reemplazados por shoppings, de las rejas nuevas en las plazas, del mercado del tomate y volvemos al Ameghino, esta vez a los concurrentes, a las supervisiones e interconsultas... Ella dice "la cancha del Hospital Público" y ya no sé qué más agregar, pero sigo. Y trato de recrear un poco la situación hablando de la apariencia de algunos hospitales, como la del Durán, que da la sensación de estar en la nave nodriza de viaje a las estrellas.
Al final hablamos de ir al médico, me sugiere que me haga socia del Plan Médico de Cabecera y terminamos por discutir acerca del uso de las pastillas, lo que desemboca en el tema "duelo", que es donde siento que al fin va a comenzar la sesión. Pero no, es justamente ahí donde termina.
Y me voy tan triste como llegué.

Séptima sesión: