Hoy me reuní con
Natalia Larramendi, mi nueva profesora de música. Estuvimos hablando de lo que yo quería y de cómo ella da sus clases y decidimos vernos una vez por semana, todos los martes al mediodía.
Estuvo todo muy bien, vamos a cantar y tocar la guitarra. Ella sonríe todo el tiempo, su sonrisa funciona como un protector de pantalla, y sus ojos son los que hablan subrayados por los movimientos generosos de sus cejas. Me cae bien.
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